Por Leandro Aires
Desperté con el sonido de la sirena que cada mañana nos llama
a desayunar, y tuve que abandonar el hermoso sueño en el que, tendido sobre un
verde y húmedo césped de primavera, observaba las nubes tratando de descubrir
misteriosas formas en ellas. Ni siquiera sé de dónde me vienen esos recuerdos y
sensaciones porque en verdad jamás he conocido la libertad, pero están ahí y
son lo único que puedo saborear del mundo exterior por ahora. Y si bien no creo
ser culpable de la masacre de la que se me acusa supongo que, de la misma
forma que esos destellos de libertad permanecen en mi mente como rastros de una
vida pasada, cabe alguna posibilidad de que haya hecho algo malo siendo otra
persona muchos años atrás. Pero aun así, por más que mi abogado insista en
explicarme el concepto de triple cadena perpetua, sigo sin entender cómo es
que pueden rastrear a una persona luego de su muerte y saber en qué nueva vida
ha de reencarnar. Cómo es que no sienten dolor o culpa al encarcelar a un ser
humano desde que nace, solo porque vaya uno a saber que extraño aparato ha
dicho que en su otra vida ha cometido un crimen. ¿A caso no se han preguntado
si tal vez puede haber un error? ¿Han testeado lo suficiente ese sistema como
para implementarlo de manera tan certera, confinando a cientos de miles de
bebes al encierro? Son preguntas que jamás me serán respondidas porque me
espera una vida completa en esta celda, y otra más si es que tengo la mala
suerte de volver a nacer. Lo único que me da algo de esperanza son esos sueños
donde, tendido sobre un verde y húmedo césped de primavera, observo las nubes
tratando de descubrir misteriosas formas en ellas. Y pensar que tal vez una
mañana suene la sirena del desayuno, y por alguna bendita razón no logre
despertar. Porque aquí la muerte se ha convertido en una especie de aliada,
casi amiga de quienes purgamos condenas de existencias anteriores. Y en la
única reducción de pena posible.
Ahora vuelve a sonar la sirena y, mientras me acerco a la
puerta a esperar que me permitan salir al comedor, veo pasar un guardia
llevando en brazos una criatura de no más de dos semanas de vida. Le han puesto
un pequeño traje naranja que tiene impreso un numero en el pecho, y me pregunto:
¿Cuál habrá sido el terrible crimen que ha cometido? Tal vez terrorismo, tal
vez homicidio múltiple, o tal vez ninguno. Pero aquí está, destinado a pasar
sus días junto a nosotros que, al igual que él, arrastramos nuestro nefasto
destino incluso después de la muerte.
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Ilustración: Nicolás Gómez Sánchez
Blog del autor: pesadillasalucinaciones.blogspot.com
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Ilustración: Nicolás Gómez Sánchez
Blog del autor: pesadillasalucinaciones.blogspot.com
Genial historia de ciencia ficción (rubro, para mí, muy difícil de encarar al escribir...) con trasfondo policial.
ResponderEliminarMe gustó mucho.
¡Saludos!
Muchas gracias por publicar mi relato, espero les guste a todos. Saludos!
ResponderEliminarmE GUSTO MUCHO, ES una historia que se sale de lo real y eso fue lo que me sorprendio
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