Por Daniela Carvajal Arias
La incansable búsqueda de un asesino con un violento modus operandi.
HACE MÁS DE CUATRO semanas que no puedo dormir. Todo es
culpa de ese nuevo caso de asesinatos seriales. Mi cuerpo me preparaba para
ese caso tan complejo, porque la noche antes de que se encontrara el cuerpo de
la primera víctima empezó el insomnio.
Es más de la media noche, llevo aproximadamente dos horas en
la cama y no he podido encontrar la manera
de conciliar el sueño. Ya he probado toda clase de remedios caseros y hasta
medicamentos costosos para acabar con
estas noches tan largas pero nada parece funcionar. Estoy más que seguro que no
podré dormir hasta capturar al asesino de los perros. Le pusimos así debido a su modus operandi, una
vez golpea a sus víctimas hasta la muerte deja que su perro se coma la mayor
parte del cadáver.
Todas las noches son iguales: me acuesto, me pongo cómodo y
espero a que Morfeo se apiade de mí; cuando ya me canso y descubro que como a
todos los dioses no le importa lo que me pase, me levanto.
12:18 am.
Por alguna estúpida razón pienso que si miro el
reloj el tiempo pasará más lento, así podré dormir un poco antes de ir a la
estación. Dicen que el ejercicio ayuda a cansar el cuerpo para ponerlo en
cama. Yo siempre lo intento porque, aunque no logra ponerme a dormir, me ayuda
a relajarme y a disminuir el estrés. Primero cubro mis manos con un par de
vendas para no lastimarme los nudillos. Tal vez lo mismo hace el miserable
para no dejar rastros de piel en los cuerpos —debo anotarlo para confirmarlo
apenas visite a los forense—. Mi mente está entregada totalmente a este caso.
Mientras miro fijamente mi saco de arena pienso en cualquier detalle al que no
le he prestado la suficiente atención. Luego de mirarla por un rato me atrevo a
golpear.
Sus víctimas son hombres entre 30 y 50 años aproximadamente.
El bastardo solo ataca a los que de seguro no lo pueden vencer. Si lo pienso
mejor eran todos padres de familia. Debe
de tener algún conflicto con su padre, el cual está intentando sanar
asesinando a quienes se les parezca. Pero todos son distintos, de seguro no
conoció a su padre. Mi psicología barata funciona en algunos casos, espero que
este sea uno de ellos.
Lanzar golpes es una experiencia liberadora. Si tuviera a
ese hijo de puta aquí al frente no necesitaría el saco. Quiero atraparlo para
darme el lujo de romperle la cara cuando lo vea, así tal vez recupere el sueño.
Si creció sin un padre tiene que conocer ese enajenamiento nostálgico que
habita en un niño cuando falta ese ser tan importante, o por lo menos yo lo
conozco. Sí, yo también crecí sin un padre, pero eso no es excusa para andar
por ahí matando gente de una manera tan maquinada y dejando tan solo el
rastro de algunos huesos roídos. ¿Quién se cree que es para decidir sobre la
vida de los demás? Si está enojado porque su mísera existencia es tener un
trabajo aburrido, mal pago y en el que se traga la mierda de los demás, debería
hacer lo que todos hacemos: esconder nuestra insatisfacción entre
superficiales relaciones interpersonales y el alcohol. Aunque el infeliz debe
estar muy solo. Cuando conoces gente la aprendes a tolerar, y a pesar de que
su superflua y fútil mente te tienta a exterminarlos, el saber que eres mejor,
algo que ellos no pueden ser, mengua tu misantropía y eleva tu ego. Bueno, eso
era lo que yo hacía hasta que me harté de fingir que yo era parte de esos
ineptos con una vida miserable, llena de necesidades afectivas y de ineptitudes
profesionales. Ahora ando solo, creo fielmente en que yo soy mi mejor
compañía, pero ese no un escenario justificable para matar a golpes a padres de
familia.
En cierto modo lo entiendo. Estamos llenos de violencia,
solo que en vez de arremeter vidas cada vez que el instinto ruega por hacerlo,
hacemos como si nos doliera el bazo e inhalamos aire, retenemos y luego lo
dejamos ir gradualmente. Lo que él quiere es tratar de ayudar, de darles una
lección a esos padres. Cuando investigué la vida personal de las víctimas me di
cuenta de que tenían amantes o golpeaban sus hijos. El maldito trataba de
corregirlos pero no les daba tiempo de enmendar sus errores. Debe de estar
cerca de las víctimas, tener conocimiento de esos pecados disfrazados. Apenas
llegue a mi escritorio buscaré en la lista de empleados quienes sean posibles
sospechosos.
Yo soy la ley, se supone que debo creer que matar no está
bien y que algún castigo que no sea aplicado por las autoridades no es aceptable,
no es legítimo, pero sinceramente comparto la idea de ese perro de que la
violencia funciona; es una mierda, pero funciona. Irónicamente solo aprendemos
a los golpes, eso siempre me lo recordaba mi madre “con usted todo toca a las
malas”. La sensación de violentar la mente humana a través de golpes es algo
placentero y a la vez adictivo, es por eso que la sociedad rechaza tanto la
violencia, porque sino la controlas terminas en las noticias apodándote “el
asesino de los perros”. No olvido la vez en que con mis primos nos escabullimos
por la cocina a la media noche para comernos los pasteles que mi madre vendía.
Cuando amaneció ya no había mercancía que vender. Mi madre no estaba segura de
que nosotros éramos los culpables, pero para que nunca se nos ocurriera
hacerlo nos dejó todo el día sin comer. Ese día aprendimos que no podíamos
comernos la mercancía por más sabrosa que estuviera. Pero a Mario, el gordo de
mi primo, el hambre lo llevó a cometer una estupidez y esa misma noche se
comió los pasteles otra vez. Ninguno lo delató y a la mañana siguiente pasamos
el día sin probar bocado. Los tres días siguientes pasó lo mismo, nuestros
estómagos se estaban comiendo a sí mismos, excepto el del gordo Mario que era
el único que comía. Lo correcto hubiera sido confesar ante mi madre quien era
el verdadero culpable, pero nadie soporta más a un soplón que a un glotón.
Ese día, luego de que nuestras tripas interpretarán un blues con sus
crujidos, fuimos a jugar al parque y antes de decidir qué íbamos a hacer cerré
mi puño y lo estrellé contra la nariz del gordo. Cayó casi de inmediato,
contuvo las lágrimas y se quedó mirándonos esperando que alguno me reprendiera.
Cuando la sangre le llegó a la boca y vio que ninguno se inmutó, se limpió y
como si nada hubiera pasado empezamos a jugar. Nunca más volvió a comerse los
pasteles, así aprendió la lección, no con el sabio castigo que mi madre nos implantó
sino con sangre corriendo. No digo que matar personas sea correcto, pero a
veces es un mal necesario. Estoy seguro de que si el malnacido de mi padre
hubiera estado cerca de la muerte, en ese momento sí le hubiera gustado conocerme.
Lo único que le faltaba a esta noche, se rompió el saco y la
arena está sobre el suelo. Mi perro vino de la nada a limpiar el desastre con
su boca. Parece que no le hubiera dado de comer en días. Debo estar más
pendiente de él. La falta de sueño hace que solo me preocupe por el caso, debo
atraparlo antes de que cobre más vidas.
4:12 de la mañana.
Vuelvo a mi cama a mendigar somnolencia.
Acabo de recoger la arena. La dejé junto a una casa que están remodelando. Tal
vez los obreros la usen aunque no sea la apropiada para sus trabajos. Tengo que
estar a las 7:00 am en la estación. Voy a divagar un rato más aquí acostado y
luego me alisto para salir. Me vendría bien llegar temprano, así estudiaría
todas las conclusiones a las que llegué.
5:27 am.
Ni la más relajante de las duchas me estimula el
sueño, me visto mi uniforme con orgullo y algo de desidia. Cierro los ojos un
momento. No tengo ningún saco de boxeo ni un perro en mi casa. No soy policía,
soy un simple vigilante que va camino a custodiar los autos de algunos empleados
de las oficinas de la avenida principal. Los dueños de los autos son en su
mayoría de clase media que se inventan cualquier excusa para alejarse de su
familia lo más que pueden.
—Carlitos, se me quedó el tiquete otra vez. Déjeme entrar
así, luego lo recompenso por portarse bien, usted sabe que todo queda en
familia. Esta tarde voy a llevar a Sandra, la recepcionista a la casa así que
pues ella va a dejar el carro acá. Se lo cuida bien. ¿Ese es el perro que cuida
los carros? Debería darle de comer más seguido parece que todo lo quisiera
devorar. Yo creo que se lo comería a uno en un par de minutos, dejando solo los
huesos con una linda marca de dientes.
Sorprendente giro hacia el final de la historia. Me gustó.
ResponderEliminar¡Saludos!